martes, 1 de noviembre de 2016

Desahucio final









Hoy, día uno de noviembre, Día de todos los Santos, he visitado el cementerio y la tumba  de familiares y amigos. Nunca he ido en este día y ello lo he notado en la cantidad de personas que circulaban por los pasillos que conforman las diferentes calles del cementerio. Frente a la soledad y el silencio que reina el resto del año, hoy ha sido todo lo contrario.
En numerosas tumbas, había una pegatina de aviso en la que se podía leer que la unidad de enterramiento había vencido y que los familiares interesados debían ponerse en contacto con la administración del lugar. Pero en otras muchas había una segunda pegatina en la que se daba a conocer un proximo "desahucio" del usuario del nicho en cuestión.
Durante mi largo paseo entre tumbas, buscando a unos y a otros, iba pensando en cuáles podrían ser lo motivos por los cuales uno puede dejar abandonada la tumba de un familiar, cuando en el 90% de  lápidas rezaba el mismo estribillo: "tu esposa/o, hijos y nietos no te olvidan".
"No te olvidan"....."Unidad vencida".

Pensé en cómo podía la gente olvidar a padres, madres y abuelos, principalmente y que sus restos sean retirados de esa morada que se supone la última, una vez más.
Abandono, falta de dinero para pagar un nuevo periodo de "alquiler" o  no hay nadie más en la línea de sucesión a quien interese.
Una y otra pueden ser, de hecho será, más que seguro, la causa. Pero queda una: el olvido.

Nadie de los que sucedieron a esas tumbas abandonadas los recuerda, se han olvidado de ellos, y esa es la muerte definitiva, cuando a una persona ya nadie la recuerda ni se sabe que existió, no se habla de su vida, ni se rememoran vivencias pasadas e incluso puede que no haya ni tan siquiera el recuerdo de una imágen.
Tenemos una memoria familiar muy corta que todo lo más puede llegar a nuestros bisabuelos, por norma general. Yo mismo, he conseguido conocer como mucho, el nombre de mis tatarabuelos y no de todos, por otro lado, de uno de ellos tan sólo existe en mi familia una fotografía. También esa es una tumba olvidada en un lejano pueblo del que un día salió mi familia, tumba que de existir, yo no sé cuál es.
Nos encontramos con un nuevo desahucio, otro más, un desahucio final justo cuando pensábamos que ya no nos alcanzarían las leyes de los hombres, aún pueden echarnos de nuestra última morada, hacia el olvido definitivo, la nada más absoluta.
Así que he llegado a la conclusión, antes de abandonar el lugar de descanso de los que he visitado, que hay varios tipos de muerte. Por un lado, la física, la más desastrosamente visible y la que nos hiere y nos arrebata esa parte de nuestro interior que jamás nadie podrá llenar de nuevo, luego, existe otra muerte que se va produciendo a lo largo de los años en los que se va olvidando a esa persona y cada vez se recuerda menos cosas sobre ella hasta que al fin, sucede la muerte definitiva que es el olvido, oscuro, silencioso y lúgubre como esas tumbas olvidadas en los rincones de cualquier cementerio...

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